Editorial¿Qué es eso de ser ‘Potencia de la vida’?

¿Qué es eso de ser ‘Potencia de la vida’?

El Plan Nacional de Desarrollo del gobierno de Gustavo Petro fue firmado el viernes 19 de mayo en el imponente escenario de los Cerros de Mavecure, en el departamento de Guainía.

Por: Alejandro Mazuera Navarro

Los Cerros de Mavecure es un lugar poco conocido por la mayoría de los colombianos, pero quienes han tenido la suerte de poder estar ahí, afirman que al subir a ellos se puede ver un espectáculo de selva, río y montañas que juguetean con el cielo y conmueve el alma, por lo que es muy común ver bajar a las personas con los ojos empañados por lágrimas ante la inmensidad de la existencia. Y por eso no se puede pedir otro escenario para lanzar un plan de Gobierno que se titule “Colombia, Potencia Mundial de la Vida”.

Estrella fluvial del Inírida, que es la unión de los ríos Guaviare, Atabapo e Inírida; en este último es donde están los tres cerros de Mavecure; el Parque Nacional Natural Utría entre Nuquí y Bahía Solano, en Chocó; la reserva coralina Sea Flower, en Providencia (la tercera más larga del planeta de su tipo); el páramo más grande del planeta, el Sumapaz, en plena capital de Colombia; o la Sierra Nevada de Santa Marta, el único ecosistema con alta montaña cerca al mar en el trópico del mundo. Son buenas ‘metáforas’ naturales del propósito del que parte este Plan Nacional de Desarrollo, que es que Colombia adquiera el rótulo de “Potencia de la vida”, algo que no es una mera pirueta retórica del Presidente, sino que es un propósito de país que debería trascender a los cuatro años de esta administración para convertirse en una meta de Nación.

¿Qué significa ser potencia de vida? Pues no es otra cosa que, en el país más biodiverso por hectárea del planeta, en uno que, según la FAO (la organización de la ONU encargada de la alimentación y la agricultura), podría ser despensa agrícola del planeta, sus habitantes decidan sentar las bases para que el desarrollo, las formas de producción y el plan de futuro, tengan como fin vivir acorde a esa realidad.

Hoy Costa Rica se ha vendido al mundo como el país de la “Pura Vida” y ha hecho del mantenimiento, la conservación y el turismo, alrededor de sus parques naturales, una de sus principales fuentes de ingresos. Colombia, que tiene mayor diversidad biológica que los centroamericanos, puesto que posee ecosistemas en los Andes que no existen en tierras costarricenses, ni tampoco desiertos como la Tatacoa o la Guajira, por ello, con mayor razón, debería tener como norte, de su apuesta como Estado, proteger dicho regalo que le da su privilegiada naturaleza y avanzar de la mano de ella.

Los ejes de transformación de este articulado responden al llamado de cambiar cosas en un país que históricamente ha vivido de espaldas a su riqueza natural; en donde se necesitan once generaciones para salir de la línea de pobreza; en el que 15.5 millones de personas están situación de inseguridad alimentaria y en el que, en plena época de crisis climática, está llamado a proponer formas de producción más amigables, en un espacio de la historia en el que el futuro de la humanidad es incierto: un estudio del instituto científico australiano “The BreakThrough National Center for Climate Restoration”, plantea que de seguir el calentamiento del planeta al ritmo actual, la humanidad se extinguiría en el año 2050.

El primer eje de este plan habla del “Ordenamiento alrededor del agua”, algo clave en la sexta nación con mayor número de recursos acuáticos por persona en el planeta. Colombia ha sido un Estado que, a pesar de tener una riqueza en mares, ríos, ciénagas, lagunas y humedales, así como en fuentes subterráneas, ha vivido su historia republicana de espaldas al líquido vital. No en vano desde gobiernos locales, así como nacionales, se incentivaba a que se rellenaran y urbanizaran los humedales.

En este país se ha venido dañando, sistemáticamente, la conectividad de un ecosistema tan estratégico como la Ciénaga Grande de Santa Marta, algo que se quería agravar con la malograda vía de la Prosperidad que impulsaba el entonces vicepresidente Germán Vargas Lleras, que en su diseño no tenía en cuenta, de forma adecuada, la conectividad entre el río, la ciénaga y el mar.

Que una universidad como La Sabana se haya edificado sobre el terreno que le pertenecía al Río Bogotá es otro buen ejemplo, y si recordamos la inundación que sufrió ese claustro en 2011, podemos también entender que la máxima que dice que “el agua siempre recupera su terreno” no es “carreta”, y mucho menos en una coyuntura climática como la actual, en donde acabamos de vivir el fenómeno de La Niña más largo de la historia.

Por eso nuestro ordenamiento territorial debe hacerse en armonía con el agua y no en oposición a ella. Es clave que, en la Mojana, que corresponde a una zona en los departamentos de Sucre, Córdoba, Bolívar y Antioquia, se deje de pensar que la solución a esa región de cultura anfibia, que siempre ha estado bajo el agua en diversas épocas del año, es construir muros para frenar los ríos. En épocas precolombinas, los indígenas Zenú entendían muy bien que el agua no era un enemigo y por eso vivían acorde a ello, lo que nos muestra que, muchas veces, en nuestra ancestralidad está la solución a nuestros problemas actuales.

Este año se denunció, por parte de la Contraloría, que entre 2018 y 2021 se invirtieron 3.1 billones de pesos en esa zona que no es otra cosa que una sabana inundada. Los hallazgos muestran que esa billonaria inversión no aportó ninguna solución. Por ello, en la Mojana y en todo el país, se debe entender que el agua necesita su espacio, que, si este se respeta y se tiene en cuenta para pensarnos nuestro ordenamiento, son mayores los beneficios para el ser humano, ya que no podemos prescindir del agua y el aire para subsistir.

Ya es hora de que Colombia base su desarrollo en una de sus mayores ventajas competitivas, ser un paraíso de diversidad mundial, en una época en el que el planeta nos cuestiona cómo nuestro modelo de desarrollo nos ha puesto en una situación de enorme riesgo frente a nuestra propia existencia.

Colombia puede ser una Nación que se convierta en referente de prácticas de buen vivir. Para ello, las bases están sentadas, de su correcta aplicación puede empezarse a caminar por un sendero de un verdadero cambio positivo, algo que, para que sea irreversible y estructural, toma más de cuatro años, pero que si este Gobierno sienta unos buenos pilares puede convertirse en un punto de no retorno para una sociedad colombiana del futuro.

 

Foto de portada: Claudia Muñoz

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